Las primeras noticias referentes a asentamientos humanos en esta zona corresponden a vestigios íberos (Alagón, Cabañas de Ebro, Mallén, Novillas), pero es de época imperial romana cuando son abundantes los restos de cerámicas, vidrios, monedas de la época de Augusto y sillares de yeso.

De fundación romana son Gallur, Pedrola, Luceni o Boquineni.

De fundación visigótica, Pinseque.

Desde el siglo VIII la cuenca del río Ebro quedó constituida, dentro del territorio musulmán en la Península Ibérica, en la Marca Superior de Al-Andalus. Interiormente la Marca se dividía a su vez en distritos, correspondiendo esta zona al distrito con enclave en Tudela. Con la división del Califato en pequeños reinos independientes, conocidos como reinos de taifas, se alcanzan las máximas cotas de prosperidad y riqueza en la Taifa de Zaragoza.

Posteriormente, los almorávides procedentes del norte de África destronaron a todos los reyes de taifas de Al-Andalus. Sin embargo, el valle del Ebro no permaneció mucho tiempo bajo el control de los almorávídes, ya que el rey aragonés Alfonso I el batallador, con ayuda de gentes venidas de Francia, comenzó la conquista del valle, rindiéndose la ciudad de Zaragoza en 1118, ocupando al ano siguiente la Ribera Alta del Ebro, junto con la ciudad de Tudela. De origen árabe son Alcalá de Ebro, Bárboles y Torres de Berrellén.

El comienzo del siglo XII determinará para las tierras de la Ribera Alta del Ebro un amplio cambio en sus condiciones político-administrativas. La repoblación de la tierra conquistada a los cristianos traídos de otras tierras, facilita la convivencia de estos con los sarracenos que habitan las riberas del Ebro, los cuales llevaban bastante tiempo asentados, aunque en pequeños grupos poblacionales. Asimismo, la condición de zona fronteriza junto al camino principal que unía Zaragoza y Pamplona, hacía que fuera el lugar idóneo para la celebración de entrevistas por emisarios de ambos reinos.

Hay que destacar el papel desempeñado en esta zona por las Órdenes de San Juan de Jerusalén y del Temple. Estas órdenes militares, constituidas por monjes-soldados afanados en la defensa a ultranza de la fe cristiana frente al infiel islámico, tienen su origen íntimamente ligado al de las Cruzadas. Los territorios de frontera, como la Ribera Alta del Ebro, eran el objetivo expansionista de dichas órdenes, aunque conforme avanzaba la Reconquista, se dedicaron al aprovechamiento económico de los recursos de sus señoríos interiores.

Alfonso I el Batallador dejó herederas de su reino a las órdenes de San Juan de Jerusalén, del Temple y del Santo Sepulcro. La Orden del Temple se instaló inicialmente en Novillas, y la Orden de San Juan en Mallén, que llegó a convertirse en el principal centro hospitalario de toda la fértil comarca ribereña, incluidas las tierras navarras. Incluso superó en importancia a la casa de Zaragoza. La encomienda de Mallén, adscrita a la Castellanía de Amposta, amplió su jurisdicción con las poblaciones de Figueruelas, Remolinos, Grisén, Bárboles, Oitura, Peramán y Gallur, entre otras.

La extinción de la Orden Templaria en el siglo XIV dotó de aún más recursos a la de San Juan, que fué perdiendo su carácter militar para volcarse más en sus obras espirituales y económicas.

Estos siglos bajo medievales se caracterizaron, en el terreno social, por la convivencia pacífica de cristianos, musulmanes y judíos en la Ribera Alta del Ebro. La principal actividad económica era la agricultura, y de ella dependía la mayor parte de la población. Los cultivos más extendidos eran el trigo, el centeno, la avena, el lino, el cánamo, la vid y el olivo. En ganadería abundaba el ganado lanar y cabrío.

El siglo XV representa un período de tranquilidad. Administrativamente, esta zona pertenecía a la Sobrecullida de Tarazona, creándose en Gallur un control aduanero sobre los comerciantes que entraban en el Reino de Aragón y de las mercancías que traían.

El siglo XVI comienza con querellas entre localidades de la Ribera debido a la lucha por el agua, con el fin de aumentar las tierras regables y la producción agrícola. La construcción de la Acequia Imperial, que posibilitó la roturación de nuevas tierras de regadío y el almacenamiento de cereales, creó un clima propicio para el aumento demográfico.

En el siglo XVII, la evolución demográfica sufrió una recesión. Varias causas influyeron en este cambio de tendencia: bajo nivel en el desarrollo económico, la política fiscal de los Austrias, la guerra contra Cataluña, las pestes y la expulsión de los moriscos en 1610. Para paliar esa recesión, por ejemplo Bárboles se repobló con franceses de la región del Bearne y Oloron.

El siglo XVIII comienza con la nueva dinastía de los Borbones, que tras la Guerra de Sucesión reorganizó políticamente la Corona de Aragón. Se realizó un primer Proyecto en 1768 para relanzar la Acequia Imperial, ampliando sus medidas, alargándola y haciéndola navegable para el transporte de mercancías y personas, aunque no fue hasta 1784 cuando se concluyeron las obras del Canal Imperial. Este canal facillitó la comunicación de la Ribera Alta del Ebro con Zaragoza, enviando sus cereales y otros productos de la huerta. Asimismo, se estableció un servicio de transporte de viajeros que fue en aumento hasta 1811.

El siglo XIX comienza con los trágicos sucesos de la Guerra de la Independencia. Tras la caída de la ciudad de Zaragoza, la ribera del Ebro quedó completamente en manos francesas entre 1808 y 1813. Dada la situación estratégica de esta zona en el camino principal de Zaragoza a Pamplona, aquí se instaló un punto de recaudación de víveres de varios municipios: Mallén, Novillas, Gallur, etc. con el consiguiente quebranto para las economías domésticas. Igualmente, los franceses desmantelaron el pontón que servía para cruzar el Ebro, lo que provocó graves dificultades de comunicación con la margen izquierda.

En la segunda mitad del siglo XIX surge una incipiente industria, complementada por la construcción del ferrocarril, que permite un auge del comercio y un crecimiento notable en la demografía.

La ampliación de las tierras regadas con las aguas del Canal, modificó el sistema agrario tradicional de toda la ribera del Ebro entre Tudela y Zaragoza. El reparto de pequeños lotes de tierra de secano, ahora de regadío, en detrimento de pastos comunales, y la introducción de nuevos cultivos (maíz, alfalfa y remolacha), cambió el panorama agrícola de manera radical. Así la ganadería, importante en otras épocas, perdió terreno a favor de la agricultura.

El siglo XX comenzó con la plaga de filoxera que arruinó los viñedos de la zona, a pesar de que también se hizo un esfuerzo para atraer industrias que aprovecharan los productos extraídos de la tierra para su comercialización, es el caso de fábricas de harinas, mataderos y de la azucarera de Gallur.

La Guerra Civil (1936-1939) supuso un grave descenso en el aspecto demográfico.

Durante los años cincuenta y sesenta la Ribera Alta del Ebro conoce un nuevo desarrollo interno, en todos los aspectos. Además de la instalación de nuevas industrias, los Ayuntamientos mejoraron las infraestructuras de los municipios, así como los servicios prestados a los vecinos.

Es obligado citar la implantación de la factoría de General Motors España en Figueruelas, que ha repercutido en toda esta zona invirtiendo el proceso de decrecimiento demográfico y ha contribuido a aumentar la riqueza de sus pobladores. El resultado final consiste en el mantenimiento sostenido de su actual desarrollo y creciente calidad de vida.